Todavía no me explico muy bien qué ha pasado en mi vida en los últimos tiempos, pero está siendo una época de muchos cambios, cambios que antaño me daban vértigo y que, una vez vividos, no son para tanto: al contrario, están insuflando nuevo aire a mi vida. Por supuesto, por definición, un cambio no tiene por qué ser siempre positivo, pero en mi caso, en su mayoría, lo está siendo.
Todo empezó con un cambio obligado de trabajo a lo que le siguió un cambio de pareja, o más bien una ruptura con mi pareja, en este caso promovida por mí. Y no me arrepiento ni de lo uno ni de lo otro. Estas dos situaciones han supuesto para mí un deseo de renovarlo todo, de buscar nuevos bríos, también en mi casa, donde he empezado a darle una nueva cara a toda la decoración y parte del mobiliario.
Ahora que voy a tener menos gastos y cargas económicas, me lo puedo permitir. Y mi casa ya necesitaba también un cambio de tercio, empezando por colocar venecianas de madera en la mayoría de las ventanas. Era algo que tenía ganas de hacer desde hacía mucho tiempo. Pero como vivía acompañada desde hacía tres años, todos los cambios en casa quedaron en suspenso. Había otras prioridades y, además, mientras mi pareja convivió conmigo, él tenía voz y voto en todo lo relacionado con el hogar. Era lo justo porque no quería que se sintiese como un “invitado”.
Un día hablé con él de que quería quitar los estores que estaban quedando antiguos y colocar venecianas de madera de estilo vintage que me gustaban mucho. Pero él opinó que quizás eran eso, demasiado “vintage”, lo que me hizo replanteármelo. Y así con otras muchas cosas del hogar. Lo cierto es que él tenía algunas buenas ideas que también aplicamos en casa. Pero ahora que ya no está he repescado algunos de mis viejos proyectos. Al fin y al cabo, es también una forma de romper con el pasado que, en este momento, es lo que necesito.