Cuando yo vivía en el norte oía hablar del aire acondicionado como si fuera algo de ciencia ficción. Allí no necesitas aire acondicionado: abres la ventana en casi cualquier día del año y te entra una corriente de aire fresquito que te deja la casa a buena temperatura… y mucho más barato. Pero cuando vine a vivir a Madrid todo cambió: entendí esa costumbre tan fea de poner esos cachivaches por fuera de las casas. Y es que pasar un verano en Madrid sin aire acondicionado es complicado.
En mi primera casa en Madrid no había aire. A la hora de buscar una casa de alquiler no prioricé ese aspecto con respecto a otros porque, como digo, no estaba al corriente de su importancia en una casa. Si venía a Madrid generalmente me quedaba en hoteles que ya vienen con el aire “de serie”. Además, no tenía mucho dinero para alquilar y tenía claro que quería vivir solo así que alquilé un apartamento bastante cuco… pero sin aire.
Recuerdo que aquello fue en noviembre. Meses más tarde llegó el calor. La casa daba al sur, para más inri. Casi todo el día dándome el sol de pleno: y yo sudando la gota gorda. Y empecé a mirar Ofertas aire acondicionado portátil para salir del paso. No tenía claro que fuera a permanecer en aquel piso mucho tiempo, pero quedaba todo el mes de julio y agosto y yo debía quedarme en la ciudad trabajando. Pensé en que si compraba un aparato de aire lo podría reutilizar en alguna parte de mi futura casa, aunque tuviera aire acondicionado ya instalado en alguna estancia.
Una larga noche de sudores le di al clic y compré una de las Ofertas aire acondicionado portátil que había mirado. No tardó en llegar y todo fue mucho mejor. Lo ponía en la zona del salón por las tardes y en el dormitorio por las noches. Alguna vez me dormí con él puesto y me despertaba sintiéndome otra vez en el norte, con una corriente de aire en la cama: pero no era una ventana, era mi aparato de aire.