El virus ha cambiado muchas cosas y en mi casa también. De momento, nos hemos mantenido a salvo de contagios, pero nuestro trabajo ha sufrido algunos ajustes. Y es que he tenido que dar la bienvenida a un nuevo trabajador a mi despacho: mi mujer. Llevo casi una década alternando el trabajo en casa con algunos trabajos esporádicos fuera: pero mi centro de operaciones es mi casa, es mi despacho.
Con los años, he desarrollado una habilidad para organizar mi trabajo de forma bastante adecuada: desde el horario hasta el propio equipamiento de mi espacio de trabajo. Pero claro, ahora somos dos los que trabajan en el despacho de casa, que ha pasado a ser un espacio de ‘coworking’. Por supuesto, no puedo decir que el despacho sea ‘mío’, ni que el ordenador sea de mi propiedad, ni que las cortinas de la ventana deban estar como a mí me gusta. Hay que compartir, ¿no? Al menos es lo que le decimos siempre a la niña.
Lo primero que hizo mi mujer al aterrizar en mi despacho fue cambiar la decoración. Una planta por aquí, quítame ese póster de ahí que me descentra y qué hacen hay esas cortinas roídas. Pues vale. Lo del póster hubo que negociarlo ya que era un clásico de toda mi trayectoria laboral. Pero con lo de las cortinas tenía toda la razón. Mi mujer sacó el iPad y tuvo a bien enseñarme cuatro opciones de enrollables de screen para que escogiera el que yo quisiera. Mucho mejor un estor de este tipo, más profesional.
Porque, al fin y al cabo, la organización y la decoración de un despacho en la era del teletrabajo es un asunto bastante más importante de lo que parece. Lo sé de buena tinta porque durante los primeros años mi despacho era la mesa del salón-comedor, con lo que solo podía trabajar cuando no había nadie pululando por casa lo que limitaba bastante mi horario.
Los enrollables de screen han sido todo un acierto y el póster al final acabó en la basura en un momento de despiste por mi parte. Eso sí, he tenido que dar a mi mujer un curso acelerado de ofimática porque en dos meses el sistema operativo de mi ordenador ha sufrido dos o tres extrañas complicaciones.