Aunque lo cierto es que existen diferentes tipos de cáncer de hígado y diferentes grados de gravedad, este órgano no suele ser de los que sufren en silencio, sino que se deja notar cuando pasa algo, lo cual hace que resulte mucho más fácil actuar y coger a tiempo cualquier enfermedad.
Uno de los primeros síntomas de que algo va mal en el hígado suele ser la ictericia. Esto es un color de la piel amarillento que se ve todavía más en el blanco de los ojos y en las mucosas de la boca. Esto es muy llamativo y alerta al instante de que algo pasa con el hígado.
Pero además, el cáncer de hígado puede dar dolor que se manifiesta en el lado derecho del cuerpo, justo debajo de las costillas y que puede llegar a reflejarse en el omóplato de ese lado. También es frecuente que haya picazón en la piel, otro síntoma de problemas en ese órgano que, al no purificar debidamente la sangre, hace que aparezca esta reacción. La pérdida de peso, el cansancio y el malestar pueden ser otras señales de alerta.
Muchas personas afirman que tienen hambre, pero que al comenzar a comer ya se sienten llenas y que notan que tienen el abdomen hinchado. Incluso pueden sentir que hay líquido en él. Esto es muy incómodo y puede causar ahogos, por lo que la mayoría de las personas con estos síntomas acuden inmediatamente al médico.
No obstante, si te pasa alguna de estas cosas no debes de entrar en pánico ya que hay muchas otras causas que pueden hacer que tu hígado envíe señales y que te sientas mal, desde una suave hepatitis hasta una pequeña infección de otro órgano que pueda acabar por afectar al hígado. Pero, eso sí, son señales inequívocas de que debes de visitar a tu médico para que averigüe cuál es la causa del malestar y qué es lo que sucede con tu cuerpo.
Todos sabemos que una de las causas más frecuentes de problemas en el hígado es la cirrosis, que puede acabar causando cáncer. Y la cirrosis es, generalmente, causada por el abuso de bebidas alcohólicas. Sin embargo, personas que no beben pueden desarrollar la enfermedad del hígado graso debido, por ejemplo, a problemas de obesidad. Y esta enfermedad puede acabar degenerando en una cirrosis. Mantener un peso adecuado, no fumar y no beber alcohol en exceso puede ayudar a prevenir este problema.