La humedad y las bajas temperaturas son enemigos declarados de las cerraduras. Estos mecanismos sufren en condiciones meteorológicas adversas, experimentando desde fricciones y bloqueos momentáneos hasta roturas que obligan a contactar con un Cerrajero vigo para reemplazar las piezas dañadas o la cerradura en su conjunto.
Prevenir este escenario está al alcance de todos. Determinadas prácticas ayudan a mantener operativas las cerraduras y a evitar su congelación y otros problemas. Una primera medida consiste en instalar una cubierta u otro accesorio protector en la cerradura, neutralizando así la acción de la lluvia y las heladas. También alargan la vida útil de la cerradura en cuestión.
Con el tiempo y el uso, los bombines y otros componentes de las cerraduras se pierden su operatividad debido no al desgaste, sino a la resecación de su lubricante. Es recomendable, por tanto, aplicar una cantidad adecuada en el ojo de la cerradura y en cualquiera de sus piezas móviles, sin necesidad de desmontar el dispositivo, pues esta labor compete a los profesionales del sector de la cerrajería.
Con un engrasado regular, las cerraduras pueden manipularse con la fluidez del primer día, sin que las bajas temperaturas afecten a su normal funcionamiento. Si el termómetro se desploma más de lo esperado, esta capa de lubricante actuará como barrera protectora frente a la congelación.
Pero esta labor básica de mantenimiento debe hacerse con moderación. Excederse en el uso de aceite lubricante es contraproducente. De mezclarse con el polvo y la suciedad, podría solidificarse en puntos clave, afectando negativamente a los mecanismos de la cerradura.
En líneas generales, la limpieza de las cerraduras debe extremarse durante los meses de otoño e invierno. La presencia de cuerpos extraños en el interior del mecanismo trae consigo toda clase de fallas de funcionamiento. Si la cerradura se congela, se aconseja recurrir a productos anticongelantes en lugar de forzar la llave.