Cuando uno vuelve a casa después de un tiempo fuera y nada más entrar por la puerta ya se puede oler un buen cocido recuerdas esa frase que dice “como en casa en ningún sitio”. No creo que mi madre sea la mejor cocinera del universo, pero yo comí durante tantos años sus platos que me acostumbré a su sabor. Y ahora que llevo muchos años fuera, echo de menos esos sabores… y esos olores así que he decidido aprender algunas recetas a su lado.
Ahora, cada vez que vuelvo a casa, en vez de sentarme en el salón rascándome la barriga a esperar que me llamen para comer, voy a la cocina y fisgo lo que va haciendo mi madre. Es especialista en varios platos, como los mencionados cocidos (que levante la mano el que haga un cocido a la semana) y también platos de toque italiano. Por ejemplo, se le dan de cine las recetas con nata liquida para cocinar. La bechamel es una de sus salsas estrella. Y mira que es difícil lograr una bechamel sedosa pero que no empalague.
La última vez que estuve en su casa, nada más entrar en la cocina ya me estaba esperando. Sabía de mis intenciones, así que me dio la batuta, bueno en este caso el cucharón de madera, uno de sus utensilios fetiche. “Hoye te toca a ti”, me dijo.
Y no es lo mismo cocinar para dos personas que hacerlo para seis o siete. Parte de la familia venía a cocinar y me tocó mantener el pabellón alto. De hecho, hicimos una prueba: no lo diríamos a nadie que la comida la había hecho yo, para ver si alguien lo notaba. Seguí al pie de la letra las recetas con nata liquida para cocinar porque tocaba hacer uno de sus platos más famosos: el pollo con nata. No es muy complicado, pero para dar con el toque preciso con la salsa hay que andarse con mucho tiento.
¿Y qué pasó al final? Pues que no tardó en aparecer mi hermano, el gourmet de la familia y decir que ese día el pollo con nata estaba un poco raro. ¡Viva la sinceridad! Todavía me queda mucho que aprender…