Le puedo ver en frente de espejo anudándose la corbata sin mirar un video de YouTube (como tengo que hacer yo): el nudo windsor debería llamarse windsor-alessandro, porque no hay nadie que lo haga con su habilidad. “Quedan pocos, caballeros”, decía siempre Ales (que ni siquiera se llama Alessandro ni Alejandro, pero su nombre real es otro misterio más asociado a su vida).
Lo conocí en una lujosa tienda de moda mientras diseccionaba Camisas Polo hombre. Las analizaba con lupa como si pudiese distinguir diferencias que al resto de los mortales nos resultan insignificantes. A la hora de comprar coincidimos en el mostrador y nos pusimos a hablar de relojes. Me sorprendió lo llamativo del suyo y él aprovechó para contarme la historia de la marca. Nos tomamos un gin-tonic en una terraza cercana y nos hicimos amigos.
De alguna manera me adoptó ya que yo soy algunos años menor que él (aunque no sé cuántos ya que tampoco habla nunca de su edad). Una cosa tuve clara después de vernos tres o cuatro veces: para él no existe el pasado ni el futuro, solo el presente. Me introdujo en algunos de sus círculos, gente guapa de profesiones indescifrables que mataban el tiempo entre cócteles, deconstrucciones culinarias y comentarios cínicos.
Ales sabía que yo no era millonario, que no podía entrar en una tienda y llevarme diez Camisas Polo hombre de una tacada como hacía él, pero no le importaba. Supuse que le interesaba mi presencia para tener alguien de ‘fuera’ con el que hablar, y no pasarse el tiempo fingiendo con sus otros amigos.
Más adelante descubrí, de casualidad, que frecuentaba mujeres mayores que él: un día le encontré en un restaurante con una señora en actitud cariñosa. Me hice el sueco y él no me vio. Nunca le pregunté por aquello, pero parece que aquella ‘actividad’ también formaba parte de sus quehaceres cotidianos.
Cuando tuve que dejar la ciudad por un cambio de trabajo, me despidió con una tristeza que parecía sincera, pero nunca más supe de él. Ahora, cuando vuelvo a casa unos días pregunto por Ales, pero nadie sabe nada: parece que se lo ha llevado el viento.