Cuando Paco me dijo que estaba pensando alquilar un local para poner una sala de conciertos, me lo tomé a broma. El año anterior había sido un restaurante, y el anterior un negocio de exportación de productos gourmet. Siempre estaba con algún proyecto entre manos que nunca terminaba de fructificar. Por eso, cuando finalmente alquiló aquel local, supimos que, esta vez, Paco sí se tiraba a la piscina… ¿habría agua?
Paco es electricista. Le gusta la música, como a cualquiera de nosotros, pero no tiene ninguna experiencia como promotor. Durante años, cuando era más joven, trabajó a una sala de conciertos como camarero y sé que aprendió alguna cosilla, pero nunca estuvo metido al 100% en el tema. Pero decía que, ahora, era su gran sueño y como tenía bastante dinero ahorrado, era el momento de arriesgar.
Decidió que se ocuparía de todo: decoracion de interiores, contacto con proveedores, promoción, página web de local, etc. Es verdad que le había ido muy bien en los últimos años en su trabajo, además de una herencia que cayó en sus manos, pero nadie de su entorno estaba seguro de la dirección que estaba tomando su proyecto.
Cuatro meses más tarde, me invitó al local. Solo quedaban unas semanas para abrir y me pidió mi opinión. A mí me hubiese gustado decirle aquella frase: “Manolete, si no sabes torear pa’ que te metes”. El local estaba decorado con un gusto un tanto raro, que tenía poco que ver con las salas de conciertos que yo conocía en la ciudad.
Pero el problema mayor no creo que fuese la decoracion de interiores, sino que a falta de pocos días para abrir apenas tenía contacto con grupos, representantes o promotores. Y cuando el local abrió sus puertas, ocurrió lo que muchos nos temíamos: las primeras semanas no había conciertos… ni gente.
No tardó ni tres meses en desistir. No perdió tanto dinero como algunos pensábamos, pero le sirvió para pensarse un poco más el siguiente proyecto. Va a importar productos gourmet de la zona, pero lo hará con un amigo suyo experto en la materia. Veremos qué pasa esta vez.